top of page
  • Viriliana

Mi segundo trabajo en Australia: Limpiando en las construcciones

Leidy comienzas mañana a las 7 am, debes ir con casco, uniforme reflectivo y botas. Estas fueron las palabras de Luisa mi compañera de apartamento, yo no cabía de la emoción, había conseguido mi segundo trabajo en Australia.



Aunque ya tenia un trabajo, este solo era dos veces a la semana, y mis ingresos seguían sin alcanzarme para pagar todos mis gastos. Continuaba sobreviviendo con los ahorros que había traído de Colombia.


Luisa era una morenza coqueta de Barranquilla, del tamaño de un costoso frasco de perfume, simpática y buena gente, siempre dispuesta a brindarte su ayuda si lo necesitabas. Ella y otras dos compañera de apartamento trabajaban como cleaners de construcción, estas son las personas que se encargan de limpiar todos los restos de la obra en los inmuebles recién construidos para darles un buen acabado e imagen antes de su entrega.


¿Cómo así, es que en Australia limpian las obras para su entrega? Si, y es un trabajo súper común y bien remunerado.


La verdad yo no tenia ni idea que un trabajo así existía, fue por mis compañeras que me enteré de este oficio y sus bondades económicas, así que no dudé en pedirles que me ayudaran a entrar apenas vieran una oportunidad.


Por lo general, un cleaner de construcción o como lo diríamos en español un limpiador de obra, trabaja 8 horas al día con media hora de descanso y recibe un pago mínimo de 20 dólares australianos por hora, o hasta 25 dólares la hora, dependiendo de la experiencia y la empresa.


Para poder trabajar como cleaner de construcción en Australia debes sacar una licencia que te da el permiso para trabajar en el sector de la construcción. Esta se obtiene a través de un curso que dura un día y te brinda toda la información de seguridad y protección para desempeñar estos oficios. Esta certificación varia según el estado australiano. En el estado de Victoria se llama White Card y te puede costar entre 140 y 170 dólares.


Así que yo a la semana de haber llegado a Australia me fui a hacer el curso para sacar mi licencia, quería estar preparada para cuando llegara la oportunidad de trabajar con mis compañeras.


La primera advertencia que me hicieron mis compañeras fue “no hable mucho, que no se den cuenta que usted no sabe inglés”. La verdad es que no tenia mucho que decir por más que quisiera, mi inglés no daba para tanto.


Hoy en día me asombra la osadía que tuve de ir allí con los nervios recorriendo todo mi cuerpo, pero con la determinación de que de alguna forma todo saldría bien.


Es que cuando no pensamos mucho las cosas y confiamos en que algo se nos ocurrirá para resolver lo que se presente, todo fluye sin inconvenientes aunque eso no quiera decir que será fácil.


Así me sentí haciendo el curso, más perdida que envolatada pero con mi cara de que yo entendía todo, pues el curso fue todo en inglés sobre temas de construcción, y yo estaba rodeada en su mayoría de hombres que parecían saber todo sobre construcción, lo más cercano que yo había hecho sobre el tema había sido pintar mi casa.


Recuerdo que me sentí súper avergonzada y asustada, cuando la profesora pidió que hiciéramos grupos de 6 personas para resolver un taller.


¡OMG! ¿Qué? ¿Un taller? ¿En inglés sobre construcción? Pensé “estoy frita, me pillaron”.


Mis compañeras me habían hablado sobre un examen que hacían al final del curso, que tenia que estar muy atenta durante toda la clase porque la profesora iba a ir señalando las respuestas para resolverlo, así que me esperaba una profesora hablando y señalando respuestas, no una profesora súper dinámica invitándonos a interactuar y a construir respuestas entre todos.


Pero pues nada, recurrí a la fácil, era lo único que podía hacer, ser el miembro del grupo que no hace nada y que dice sí a todo: “Si chicos, muy bien estoy de acuerdo”.


No sé que pensarían mis compañeros sobre mi, el caso es que pusieron mi nombre en la hoja de respuestas y eso era lo único que me importaba.


Luego vino el examen como lo habían dicho mis compañeras, en ese momento yo recé al universo para que no me dejara morir con las respuestas, que estas fueran las correctas.


Salí de allí con dolor de cabeza de todo el esfuerzo que hice tratando de entender todo lo que decían y leía, y con la ilusión de que me llegara mi certificación.


Al mes me llegó, tenia mi tarjeta, justo unos días antes de que mi compañera me avisara que tenia trabajo.


Con tarjeta en mano me presenté a mi nuevo trabajo, muy afortunada de comenzar con mi compañera quien me instruyó en todo lo que tenia que hacer, para que los jefes no se dieran cuenta de que no tenia mucha experiencia. Realmente pensaba:

“bueno ese trabajo no debe ser muy difícil, eso debe ser barrer y pasar trapero para que el apartamento se vea bonito y limpio, eso yo ya lo hecho en mi casa”

La realidad es que las constructoras se encargan de contratar empresas especializadas en limpieza de obras, para que estas se encarguen de eliminar todos los restos de materiales sobrantes, como incrustaciones, manchas, fluorescencias, etiquetas, cemento, pintura, polvo, así que no era algo tan simple como me lo había imaginado, pero tampoco algo que no se pudiera hacer.


Me di cuenta que para hacer este trabajo se requiere que seas muy pulido y que te esmeres por hacer una limpieza súper detallada en medio del polvo. Que desarrolles el arte en tus manos para hacer brillar los cristales, la madera, el aluminio, la cerámica. Todo tan limpio y brillante que tu rostro se pueda reflejar como un sol radiante en los vidrios de las duchas y hasta en el sanitario.


Recuerdo que yo me quejaba y le decía a mi compañera “no entiendo para que me ponen a limpiar gabinetes si no han terminado la construcción, esto mañana va a estar lleno de polvo otra vez”.


Lo más loco, o por lo menos a mi me parecía, era que te ponían a limpiar una superficie como por ejemplo los cajones de la cocina, y cuando terminabas la jefe pasaba la mano para asegurarse que la superficie estuviera lisa, limpia y libre de polvo, sino era así te tocaba volver a limpiar otra vez, y esmerarte más de lo que lo habías hecho.


Los primeros días yo salía bañada en sudor con el pelo revolcado, echa un desastre, pero poco a poco fui aprendiendo los trucos que todo cleaner de construcción debe conocer para hacer magia y que todo brille en medio del cemento y el polvo.


Después de todo el sudor y el polvo fue una experiencia divertida, aunque no dure mucho trabajando allí.


Trabajé por dos meses porque mis días eran agotadores, trabajaba de 7 de la mañana a 3 de la tarde, luego me iba lo mas rápido que podía a casa para darme un baño e ir a clase de inglés de 5 a 9 de la noche, cuando terminaba mi clase me iba de nuevo a casa a cocinar mi almuerzo del día siguiente para dormir y luego levantarme a las 5 de la mañana, estar lista a las 6 para tomar el tren y llegar a mi lugar de trabajo.


Una rutina que repetí de lunes a viernes durante dos meses hasta me di cuenta que no estaba aprendiendo nada en mi clase de inglés, llegaba muy cansada para prestar atención, así que comencé a buscar mi tercer trabajo en Australia para cambiar mi rutina y mejorar esta situación.


Gracias por leerme!


See you pronto Evribady.

bottom of page